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Capturamos vuestras vivencias

Como dijo el escritor Jorge Luis Borges «somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos». 

Hay acontecimientos que nos marcan irremediablemente. Algunos son inesperados; otros, los planificamos, y es en estos en los que depositamos el suficiente mimo, cuidado y detalle como para querer preservarlos en el recuerdo. 

Las formas pueden ser menos inconstantes y los espejos del pasado estar menos rotos si recurrimos a la fotografía para atesorar lo que nos importa. 

Nos comprometemos con cada historia

Bodas, bautizos y comuniones son eventos que suponen el comienzo de nuevas etapas, momentos que deseamos compartir con nuestros seres queridos sin preocuparnos de nada que no sea disfrutar de la compañía y de los preparativos en los que hemos estado trabajando durante meses.

El fotógrafo será quien se ocupe de inmortalizar cada momento, de detectar qué instantes merece la pena capturar y, en definitiva, cuál es la historia que se está contando en un día tan especial, un día en el que habrá miradas cruzadas, sonrisas sinceras, carcajadas incontenibles y abrazos emotivos que, gracias al fotógrafo, durarán más que unos segundos: durarán para siempre. 

Una mirada imperecedera

¿Qué es la fotografía si no un desafío al paso del tiempo? Como otras disciplinas artísticas, la fotografía es inmune al correr de las hojas del calendario y nos permite congelar y conservar aquello que el olvido nos podría arrebatar. Es una ventana al pasado, ventana a la que siempre tendremos acceso para revivir lo que una vez disfrutamos e incluso para compartirlo con quien no estuvo allí. 

Y es que, muy a nuestro pesar, la precisión de nuestra memoria no puede competir con la del objetivo de una cámara.